lunes, 2 de noviembre de 2015

La evaluación

    Me gustaría comenzar esta entrada con la siguiente imagen:

   
        La evaluación ha sido popularmente considerada siempre como la gran "enemiga" del estudiante, pues cierto es que sólo su nombre ya genera temor y estrés, pero… ¿no ha sido acaso también "enemiga"de los docentes? 
        Esta última es una cuestión que no me había planteado tan profundamente hasta que, al realizar el Máster en Formación del Profesorado (UIB Eivissa), me he visto en la futura piel de una docente novata y sin experiencia. 
        Mi cabeza se ha convertido, respecto a este tema, en una olla caliente de debates internos: "¿Cómo se supone que voy a evaluar, si deseo educar en competencias, teniendo en cuenta el extenso currículum académico español?" 
       Doy, no obstante, las mil gracias por no estar sola. Para empezar, en las lecciones del Máster mis compañeros y yo empatizamos mucho los unos con los otros, mientras nuestros profesores se ofrecen como guías para resolver cualquier duda que tengamos.
      Me siento una vez más sorprendida y halagada al saber que, de nuevo, existen muchos más teóricos expertos que siguen aportando claves y consejos al debate de la educación, y concretamente esta vez en el tema de la evaluación, como he podido comprobar con Antoni Zabala ("11 ideas clave. Cómo aprender y enseñar competencias", capítulo 11), otra vez, Neus Sanmartín y José Luis Castillo Chaves (véanse los vídeos abajo de esta entrada). 
       De este modo, y retomando la imagen con la que he comenzado esta entrada, como futura docente, a la hora de educar y evaluar, voy a huir a 1000 km/h de la INCOHERENCIA. ¿Pero cómo lograrlo? 
       Como bien explica José Luis Castillo, REINVENTANDO. Es decir, partiendo de la voluntad de reinvención de la finalidad de la educación (competencias), de la reinvención del currículum español (flexibilidad) y de la reinvención del papel del alumnado (activo) y del profesor (guía orientadora), ¿cómo vamos a dejar la evaluación aparte? ¡REINVENTÉMOSLA TAMBIÉN!
       Partiendo de los consejos de los expertos que me rodean, me gustaría plasmar, aquí mismo y ahora, mi propia propuesta de evaluación para mi propio futuro como profesora de adolescentes: 
        1. Para empezar: ¿qué espero de mis alumnos en esta asignatura y qué competencias espero que adquieran? ¿Qué esperan ellos de esta asignatura? 
        2. ¿Cómo podemos flexibilizar el currículum de esta asignatura?
        3. ¿Qué metodologías podemos utilizar? 
        4. ¿Cómo realizaremos la evaluación?

     Nótese que incluyo en todos los puntos la colaboración y participación de los alumnos, pues considero que el proceso de enseñanza-aprendizaje es más gratificante si es realizado en equipo. De este modo, considero que debería realizarse una "charla" sobre estas cuestiones de la asignatura a principio de curso para conseguir, ya desde el inicio, un transparente consenso entre docente y alumnos, dejando bien claras todas las pautas de la asignatura y las normas de convivencia en el aula. Es muy importante que los alumnos respeten el acuerdo, pero más importante todavía es que el profesor lo haga, de modo que yo apostaría por dejar constancia escrita de este pacto.
        ¿Por qué, a la hora de hablar de evaluación, también tomo en consideración muchos otros aspectos como son las metodologías, las expectativas, etc? Porque considero la evaluación como un PROCESO, no un único fin. La evaluación no es sinónimo de "poner u obtener un 6", ésa es la calificación numérica que se exige por legislación (en cuyo debate no entraremos aquí).
    Evaluar, para mí, debería ser sinónimo de transparencia, orientación, motivación y autoconocimiento. El docente que quiero ser orienta, motiva y evalúa, pero también sus alumnos se evalúan entre sí y a sí mismos (autoevaluación).
     ¿Qué evaluaremos, pues?
     LAS COMPETENCIAS = saber + saber hacer + querer hacer + hacer juntos.
   Pero no nos confundamos: cada individuo es único y auténtico, de modo que la evaluación en competencias no sirve para aprender a trabajar en equipo, sino para aprender a trabajar por nuestra cuenta, en equipo.
     ¿Será la evaluación, pues, nuestra enemiga? ¡No! Nuestra enemiga será la incoherencia.
          


Siempre me gustó hacer exámenes de filosofía, pero debo admitir que siempre lo he pasado muy mal con los exámenes escritos en general. La mayoría eran terriblemente extensos, de modo que solîa temer por la falta de tiempo, la falta de folios y el estado de mi mano izquierda al acabar de "vaciar" mi cabeza. Pero... ¿que era lo peor de todo? Lo peor era cuando, habiendo estudiado mucho, no me daba tiempo a plasmar todo mi conocimiento, el cual olvidaba a las dos semanas... Me importaba la buena nota, no lo que significaran realmente la Generación del '27 o el sistema nervioso. Y qué decir de los enunciados poco precisos y de algunas injustas evaluaciones... ¿Aprendí significativamente? Muy pocas cosas... Pero ahora puedo cambiar las cosas, ¡aunque sea paso a paso! Hoy en día, se están cada vez más aplicando nuevos métodos de evaluación, ¡como la autoevaluación! Los errores no son una derrota, no son un mero "+0", son una parte importante del aprendizaje, y esta vez... ¡¡significativo!! :) #eportfeiv
Una foto publicada por Monaluise Citoyen du Monde (@lluhecas) el

           Para acabar, he a continuación algunas interesantes reflexiones sobre la evaluación realizadas por el docente José Luis Castillo Chaves:





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